
Ayer discutía con un amigo sobre la naturaleza de las redes sociales. Si bien creo que las primeras redes surgieron como un experimento que poco a poco se convirtió en un espacio donde millones de usuarios encontraron oportunidades de libre expresión y convivencia; también creo que en proceso, las redes se fueron transformando en espacios de marketing donde los usuarios somos víctimas y victimarios, de manera consciente o inconsciente.
Los perfiles online muestran muchos de nuestros datos, mismos que son usados para vender y publicitar productos cada vez, de manera más especializada.
Sin embargo, como bien argumentaba mi amigo, las redes virtuales son más que listas de consumidores, son un espacio donde se comparten intereses comunes y existen dinámicas interacciones y flujos de comunicación entre los usuarios que dotan a estos espacios de un sentido comunitario.
Muchos de los primeros estudios sobre internet fueron encaminados en este sentido. Tal es el caso de “La Comunidad Virtual” escrita por el primer ciudadano de la red Howard Rheingold. En esta obra, el autor describe su experiencia en The Well, uno de los primeros espacios virtuales abierto a la discusión pública, creado en San Francisco hace ya más de veinte años.
Los pioneros
Para Rheingold, como muchos otros espacios en la red, The Well es una comunidad virtual. Ahí la gente se conoce, colabora, discute e incluso se enamora sin necesidad del contacto físico. El sentido comunitario de este espacio es explícito cuando Rheingold describe como ejemplo, la ayuda y el apoyo emocional que uno de los miembros de este sitio recibió, al anunciar que su hijo tenía leucemia.
A pesar de que el argumento general del libro se inclina por convencer al lector de la fuerza revolucionaria de la comunidad electrónica, comparándola con una “mente grupal virtual”, Rheingold reconoce que puede ser un lugar donde el peligro de jugar distintos roles de identidad de manera un tanto adictiva está latente.
Al mismo tiempo, argumenta que el gobierno y las grandes corporaciones empresariales podrían hacer mal uso de la información sobre los usuarios de este sitio. Estas observaciones son ahora incluso más atinadas que hace 15 años, cuando “La Comunidad Virtual” se editó por vez primera.
Sin embargo, la importancia de esta obra yace sobre todo, en el debate que generó en su momento, y que hasta ahora se sigue discutiendo, en torno al sentido de lo comunitario en un espacio virtual.
Si bien es cierto que la naturaleza de las redes sociales, que es el tema que aquí compete, es diferente de la de The Well, existen importantes similitudes entre estos espacios que los hace comparables con el fin de analizar si existe realmente un sentido de comunidad.
¿Qué es una comunidad?
Una comunidad puede definirse como un grupo de individuos que comparten un mismo espacio e intereses comunes. El sentido de comunidad se ve reflejado no solo en estas condiciones sino también en el apoyo solidario y en el sentimiento de pertenencia al grupo.
De esta manera, se puede argumentar que cuando formamos parte de las redes virtuales, por ejemplo de Facebook, existe efectivamente un sentido de pertenencia a un espacio específico en internet, que es compartido por millones de personas.
Cuando nos referirnos a nuestra presencia en espacios electrónicos es común que asumamos un sentido de presencia dentro de la red. El uso del lenguaje cotidiano que usamos para referirnos a nuestra actividad en internet tiene un importante papel en el fortalecimiento del sentido de presencias virtuales en espacios electrónicos, las cuales a su vez, contribuyen a la idea de “pertenecer” a un lugar virtual.
Usamos palabras que refuerzan presencias existentes en un mundo virtual, las cuales “visitan, navegan, están” en esos espacios electrónicos, que al fin y al cabo, no son más que imágenes digitales multimedia en nuestros monitores.
Offline y online
En la realidad offline no sucede nada más que un alborotado juego de dedos y manos que van del mouse al teclado, en coordinación con el movimiento de los ojos. Mediante nuestros sentidos percibimos “estar” en un lugar diferente cada vez que cambiamos de página o de sitio virtual; cuando creamos un perfil electrónico en una red social, de alguna manera “ocupamos” un espacio en la red.
De la misma manera, si hemos creado un perfil en Facebook, MySpace o Hi5, cada vez vemos el perfil de otros miembros queda registrado “que estuvimos ahí”.
De la misma manera, podemos comprobar que existen intereses comunes en las redes sociales, especialmente cuando se crean grupos con algún objetivo o intereses bien definidos. Sin embargo, un gran número de grupos en estos espacios tienen intereses muy vagos, o sin más importancia que el puro entretenimiento ocioso.
¿De acuerdo a tu experiencia podrías afirmar que sientes un sentido comunitario en estos espacios? ¿Están de alguna manera generándose verdaderas comunidades virtuales? ¿Conoces un grupo que pueda considerarse una comunidad virtual?
Los perfiles online muestran muchos de nuestros datos, mismos que son usados para vender y publicitar productos cada vez, de manera más especializada.
Sin embargo, como bien argumentaba mi amigo, las redes virtuales son más que listas de consumidores, son un espacio donde se comparten intereses comunes y existen dinámicas interacciones y flujos de comunicación entre los usuarios que dotan a estos espacios de un sentido comunitario.
Muchos de los primeros estudios sobre internet fueron encaminados en este sentido. Tal es el caso de “La Comunidad Virtual” escrita por el primer ciudadano de la red Howard Rheingold. En esta obra, el autor describe su experiencia en The Well, uno de los primeros espacios virtuales abierto a la discusión pública, creado en San Francisco hace ya más de veinte años.
Los pioneros
Para Rheingold, como muchos otros espacios en la red, The Well es una comunidad virtual. Ahí la gente se conoce, colabora, discute e incluso se enamora sin necesidad del contacto físico. El sentido comunitario de este espacio es explícito cuando Rheingold describe como ejemplo, la ayuda y el apoyo emocional que uno de los miembros de este sitio recibió, al anunciar que su hijo tenía leucemia.
A pesar de que el argumento general del libro se inclina por convencer al lector de la fuerza revolucionaria de la comunidad electrónica, comparándola con una “mente grupal virtual”, Rheingold reconoce que puede ser un lugar donde el peligro de jugar distintos roles de identidad de manera un tanto adictiva está latente.
Al mismo tiempo, argumenta que el gobierno y las grandes corporaciones empresariales podrían hacer mal uso de la información sobre los usuarios de este sitio. Estas observaciones son ahora incluso más atinadas que hace 15 años, cuando “La Comunidad Virtual” se editó por vez primera.
Sin embargo, la importancia de esta obra yace sobre todo, en el debate que generó en su momento, y que hasta ahora se sigue discutiendo, en torno al sentido de lo comunitario en un espacio virtual.
Si bien es cierto que la naturaleza de las redes sociales, que es el tema que aquí compete, es diferente de la de The Well, existen importantes similitudes entre estos espacios que los hace comparables con el fin de analizar si existe realmente un sentido de comunidad.
¿Qué es una comunidad?
Una comunidad puede definirse como un grupo de individuos que comparten un mismo espacio e intereses comunes. El sentido de comunidad se ve reflejado no solo en estas condiciones sino también en el apoyo solidario y en el sentimiento de pertenencia al grupo.
De esta manera, se puede argumentar que cuando formamos parte de las redes virtuales, por ejemplo de Facebook, existe efectivamente un sentido de pertenencia a un espacio específico en internet, que es compartido por millones de personas.
Cuando nos referirnos a nuestra presencia en espacios electrónicos es común que asumamos un sentido de presencia dentro de la red. El uso del lenguaje cotidiano que usamos para referirnos a nuestra actividad en internet tiene un importante papel en el fortalecimiento del sentido de presencias virtuales en espacios electrónicos, las cuales a su vez, contribuyen a la idea de “pertenecer” a un lugar virtual.
Usamos palabras que refuerzan presencias existentes en un mundo virtual, las cuales “visitan, navegan, están” en esos espacios electrónicos, que al fin y al cabo, no son más que imágenes digitales multimedia en nuestros monitores.
Offline y online
En la realidad offline no sucede nada más que un alborotado juego de dedos y manos que van del mouse al teclado, en coordinación con el movimiento de los ojos. Mediante nuestros sentidos percibimos “estar” en un lugar diferente cada vez que cambiamos de página o de sitio virtual; cuando creamos un perfil electrónico en una red social, de alguna manera “ocupamos” un espacio en la red.
De la misma manera, si hemos creado un perfil en Facebook, MySpace o Hi5, cada vez vemos el perfil de otros miembros queda registrado “que estuvimos ahí”.
De la misma manera, podemos comprobar que existen intereses comunes en las redes sociales, especialmente cuando se crean grupos con algún objetivo o intereses bien definidos. Sin embargo, un gran número de grupos en estos espacios tienen intereses muy vagos, o sin más importancia que el puro entretenimiento ocioso.
¿De acuerdo a tu experiencia podrías afirmar que sientes un sentido comunitario en estos espacios? ¿Están de alguna manera generándose verdaderas comunidades virtuales? ¿Conoces un grupo que pueda considerarse una comunidad virtual?
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